Destitución de Dina Boluarte: ¿una salida necesaria ante corrupción, muertes y discriminación?

El 10 de octubre de 2025, el Congreso del Perú aprobó la destitución de Dina Boluarte como presidenta por “incapacidad moral permanente”. Esta decisión histórica no sorprendió a muchos ciudadanos: las autoridades han sido ampliamente criticadas por su débiles respuestas ante la crisis de seguridad, los numerosos casos de corrupción, y la represión violenta de manifestantes, muchos de ellos de comunidades indígenas.

 Destitución de Dina Boluarte: ¿una salida necesaria ante corrupción, muertes y discriminación? Karlo Grados La realidad peruana

1. ¿Por qué fue destituida?

A. Incapacidad para frenar la inseguridad

Boluarte asumió el poder en diciembre de 2022, tras la destitución de Pedro Castillo, en un contexto ya de gran polarización política. Su gobierno enfrentó un notable aumento en homicidios, casos de extorsión y crímenes sin resolver, lo que generó un fuerte rechazo social. En semanas cercanas al proceso de destitución, la violencia además parecía descontrolada en varios puntos del país.

B. Corrupción y escándalos como “Rolexgate”

Uno de los escándalos más conocidos fue el llamado Rolexgate, en el que se acusa a Boluarte de usar relojes y joyas de lujo no declaradas, lo que llevó a investigaciones por enriquecimiento ilícito. A pesar de las evidencias periodísticas, el Congreso archivó denuncias constitucionales relacionadas, lo que generó acusaciones de blindaje político.

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C. Represión y muertes de manifestantes

Las protestas en contra de su gobierno han dejado un saldo doloroso. De acuerdo con reportes oficiales y de organismos de derechos humanos:

  • En Juliaca, Puno, al menos 18 manifestantes murieron y más de 100 resultaron heridos en enfrentamientos con la policía.

  • En total, se reportaron al menos 50 muertos y cientos de heridos durante las movilizaciones entre 2022-2023 que pedían la renuncia de Boluarte.

  • En regiones como Puno comunidades rurales, indígenas, vieron desaparecer servicios básicos, atención médica insuficiente, y una respuesta estatal lenta o represiva.


2. Keiko Fujimori, su cercanía política y los cuestionamientos

Una parte importante de la indignación popular deriva de la percepción de vínculos entre Boluarte y sectores del Fujimorismo.

  • Keiko Fujimori ha sido criticada por su apoyo inicial al gobierno de Boluarte y por la influencia de Fuerza Popular en el Congreso.

  • Aunque Keiko ha negado gobernar desde las sombras, los ciudadanos dudan sobre su independencia política en decisiones judiciales o legislativas, especialmente cuando se archivan denuncias o se muestran favoritismos discernibles hacia ciertos actores vinculados al Fujimorismo.

3. Discriminación estructural: los indígenas como los más perjudicados

Uno de los aspectos menos visibilizados pero más graves de esta crisis es cómo los pueblos indígenas y las regiones periféricas del país soportan el peso mayor de la represión, la falta de servicios y la corrupción.

  • Los pueblos indígenas originarios, que según el Ministerio de Cultura son 55, han denunciado discriminación étnico-racial persistente: por su aspecto físico, su forma de hablar, su identidad cultural.

  • En las zonas indígenas de la sierra y la Amazonía, las protestas y los bloqueos frecuentemente terminan en muertes, detenciones arbitrarias, violencia policial e, incluso, masacres. Juliaca, Puno es un ejemplo claro.

  • En estas regiones, la infraestructura es deficiente, el acceso a servicios básicos (salud, transporte, educación) está lejos de los estándares nacionales, y la corrupción local termina afectando directamente la vida diaria de la población. Esto agrava la sensación de abandono y la exigencia de justicia.

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4. La presión social: manifestaciones, exigencias y respuesta popular

Las protestas en las calles peruanas se han caracterizado por:

  • Movilizaciones masivas en Lima, pero también caravanas desde provincias como Puno, Cusco, Ayacucho, muchas comunidades indígenas marchan durante días hacia la capital.

  • Exigencias claras: renuncia de Dina Boluarte, cierre del Congreso, reformas constitucionales o electorales, justicia para los muertos, sanción para soldados y policías implicados.

  • Rechazo de la cobertura mediática parcial y de la percepción de impunidad. Manifestantes denuncian que ciertas muertes no se investigan con rigor o que los responsables no enfrentan consecuencias.

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5. La destitución: conclusión judicial y política

El Congreso votó su destitución por incapacidad moral permanente, en una sesión en la que obtuvieron mayoría para removerla. Financial Times+2Reuters+2 Con su salida, surge la pregunta de si esto será suficiente para satisfacer las demandas sociales de justicia, transparencia y respeto por los derechos humanos.

Conclusión

La destitución de Dina Boluarte no es simplemente un cambio en la presidencia: representa una derrota simbólica para un gobierno que, para muchos, encarnaba lo peor de la corrupción, la violencia institucional y el alejamiento de las comunidades indígenas.

Para que esta nueva etapa tenga sentido, se requiere mucho más que un reemplazo en el poder:

  • Que se sancionen los responsables de muertes durante las protestas.

  • Que se realicen reformas estructurales que garanticen justicia, equidad territorial y participación efectiva para los pueblos indígenas.

  • Que la prensa, la ciudadanía y las instituciones vigilen que la corrupción deje de ser el talón de Aquiles de la democracia peruana.

La decisión fue tomada por el congreso con unanimidad. Algo muy sorprendente porque desde meses el congreso ha respaldado desiciones de la mandataria. Le permitió subirse el sueldo al 100%, viajes innecesarios al Vaticano, entre otros. Con esta bancada intenta in congreso, acusado de corrupción, tranquilizar a la población, Algo que seguramente no se dará. 

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Protestas en Perú: Arde el país ante la corrupción, inseguridad y cercanía con el fujimorismo

En los últimos meses, Perú vive una ola de movilizaciones ciudadanas que va más allá de Lima: comunidades de la sierra, la costa y el oriente se han sumado para manifestarse contra la presidenta Dina Boluarte, exigiendo respuestas políticas, justicia, reformas profundas y, en muchos casos, su renuncia anticipada. Las protestas no son solo por una crisis económica o de delincuencia, sino también por una percepción generalizada de corrupción, impunidad y de que el gobierno está demasiado vinculado con figuras politizadas cuestionadas, como Keiko Fujimori y su entorno.

¿Por qué se protesta?

  1. Corrupción y nepotismo

    Uno de los detonantes que más indignación ha generado es el famoso Rolexgate, donde Dina Boluarte fue señalada por usar relojes de lujo no declarados —un signo claro para muchos de enriquecimiento ilícito o de malas prácticas. Además, se han aprobado decretos que favorecen a personas condenadas por delitos como extorsión, robo y tráfico ilícito de drogas, permitiendo penas menos severas o sustitución por servicios comunitariosProtestas en Perú: Arde el país ante la corrupción Karlo Grados

  2. Aumento de la delincuencia e inseguridad

    Las estadísticas muestran un incremento de homicidios, extorsiones y otros delitos que afectan especialmente a las zonas urbanas, pero también a muchas provincias. Gran parte de la población culpa directamente al Ejecutivo (y al Congreso) por la falta de políticas efectivas, la impunidad y la baja capacidad de respuesta frente al crimen organizado.
  3. Demandas de legitimidad y reformas estructurales

    Las protestas van más allá de demandas puntuales: se exige el adelanto de elecciones, la renuncia de Dina Boluarte y reformas profundas del Estado, incluyendo una Asamblea Constituyente en algunas movilizaciones y cierres del Congreso. También sectores indígenas y rurales denuncian discriminación, uso excesivo de la fuerza policial y militar, así como muertes en enfrentamientos. Los casos más emblemáticos, como la Masacre de Juliaca en Puno, permanecen en la memoria colectiva como símbolo de la represión.
  4. La cercanía con Keiko Fujimori y el legado político

    Muchos manifestantes critican no sólo las acciones del gobierno, sino su cercanía, directa o indirecta, con Fuerza Popular y los Fujimori. Se ve en decisiones de justicia, nombramientos en el congreso, y en cómo ciertos casos de corrupción parecen archivados o no perseguidos con la fuerza que la opinión pública exige.

¿Dónde y cómo se están desarrollando las protestas?

  • Lima ha sido epicentro de muchas movilizaciones: marchas en la Plaza San Martín, protestas frente al Congreso, la Fiscalía y el Palacio de Justicia.
  • Regiones del sur como Puno, Cusco, Apurímac y otras comunidades andinas han mantenido protestas persistentes, bloqueos de carreteras, caravanas rumbo a Lima, exigencias de justicia frente a muertes por represión.
  • Costa y ciudades grandes también registran protestas, especialmente cuando la delincuencia golpea fuertemente — robos, extorsión, inseguridad callejera.

Los métodos son variados: manifestaciones pacíficas, marchas, bloqueos, asambleas locales, uso de redes sociales para denunciar abusos, peticiones al poder judicial, prensa e instancias internacionales. En muchos casos hay tensiones con la policía: uso de gases lacrimógenos, detenciones, enfrentamientos, heridos, y denuncias de excesos.

¿Qué dice el gobierno y cómo reacciona?

Dina Boluarte, a través de discursos oficiales e informes al Congreso, ha prometido una lucha frontal contra el crimen organizado, el sicariato y la extorsión. Ha anunciado despliegues policiales y militares, operativos en penales, así como reformas legales para endurecer penas.

Pero muchas de sus promesas han sido criticadas por la población por considerarlas insuficientes, tardías o incluso contradictorias. Por ejemplo, la aprobación de leyes que benefician a condenados deja en entredicho la severidad de sus discursos de justicia. Además, la cercanía política o mediática con el partido de Keiko Fujimori, según críticos, parece influir en la falta de sanciones ejemplares en casos de corrupción que involucran a miembros de ese entorno.

Protestas en Perú: Arde el país ante la corrupción Karlo Grados

¿Cuál es el impacto real?

  • Social: hay un fuerte desgaste de confianza en las instituciones (gobierno, congreso, justicia). Muchos ciudadanos sienten que no tienen canales reales de participación ni justicia efectiva.
  • Político: la desaprobación del gobierno está en niveles muy altos. Las protestas pueden servir como mecanismo de presión para reformas o para adelantar elecciones.
  • Humano: en zonas rurales, el costo en vidas, heridos y violencia policial es grave. También hay denuncias sobre la vulneración de derechos humanos.
  • Mediático: los medios nacionales e internacionales están prestando atención. Las redes sociales juegan un rol clave para organizar y visibilizar — pero también para desinformar.

Desafíos y posibles salidas

  • Transparencia real: no basta con discursos; se necesitan investigaciones independientes, claridad en los procesos judiciales, que los casos de corrupción sean sancionados correctamente.
  • Participación ciudadana: mecanismos para que las comunidades, especialmente indígenas y rurales, tengan voz efectiva en la toma de decisiones.
  • Reformas estructurales: sistema de justicia que no favorezca impunidad, mejora del sistema penitenciario, policía capacitada en derechos humanos, control sobre cuerpos de seguridad.
  • Elecciones y reforma institucional: varios manifestantes piden una Asamblea Constituyente o elecciones anticipadas como mecanismo para renovación política.
  • Seguridad ciudadana: estrategias integrales contra el crimen organizado que respeten derechos fundamentales, que no solo sean operativos punitivos sino prevención, justicia, infraestructura, educación.

Conclusión

Las protestas actuales en Perú no son un fenómeno aislado ni pasajero: son expresión de una profunda crisis de gobernabilidad, legitimidad e institucionalidad. Los desafíos del país — corrupción, inseguridad, impunidad, desigualdad territorial y cultural — están interconectados. Si el gobierno de Dina Boluarte quiere recuperar algo de legitimidad, deberá demostrar acciones concretas, transparentes y efectivas, que incluyan realmente a quienes han sido históricamente marginados.